Así comenzó todo…

Cuando llegué a Córdoba de nuevo, después de muchos años viajando por el mundo, como directora de un hotel precioso enfrente de la famosa antigua Mezquita Aljama y hoy convertida en Catedral, no sabía que mi vida cambiaría para siempre.

A las 7 de la mañana entraba diariamente en la cochera y salía a las 11 de la noche. Todo el día encerrada en el despacho. Como había sido siempre mi vida. Trabajo, trabajo y trabajo. Un día me di cuenta de que vivía en uno de los lugares más hermosos del mundo y que no lo conocía. Tuve necesidad de salir. Inventarme algo. Apuntarme a algo. “Quitar” tiempo de mi trabajo, para hacer algo por mí. Porque hasta entonces yo no era yo. No me reconocía. Sólo vivía para el trabajo. Y casi me daba vergüenza pensar en dedicar alguna hora del día a hacer algo diferente y por mí. Cuando me pusieron en la vida no me dieron el libro de instrucciones y por eso andaba algo perdida.

Y en la vecina Facultad de Filosofía y Letras daban un curso de italiano (total, estaba cerca…sólo “perdía” tres minutos en ir andando y luego, podía volver a trabajar). Y allí me encontré con el profe, un italiano de Génova que reía y reía. Sacaba la guitarra y aprendíamos italiano cantando: Volare, O sole mio, Il gatto e la volpe… Eso no era una clase de italiano: ¡era una clase de alegría! Y un día no se le ocurre otra cosa que escribir un signo de interrogación. Y pintó otro al lado, unido como mirándose al espejo y dijo: “De dos dudas, sale un corazón”. Bueno pues ahí yo ya sentí que ese profe tenía algo en su alma que era muy parecido a lo que tenía la mía. Se llamaba Marco. Y se llama todavía, claro.

Empezamos a vernos a menudo pero yo estaba siempre muy liada con el trabajo. Él vivía en una antigua y cercana casa de vecinos. Era enorme, maravillosamente cochambrosa y decadente, llena de patios, tejados, vecinos variopintos, golondrinas, cubetas bajo las goteras infinitas en invierno, persianas que apenas esbozaban una sombra imposible en verano y gomas de bicicletas a modo de abrazo, para que la vetusta lavadora de la terracita no se descuajaringara cada vez que empezaba a centrifugar. Parecía una casa sacada de un cuento, con escaleritas estrechas, puertecitas pequeñísimas, arcos antiguos y alacenas y rincones escondidos. Y muchas sorpresas. Abrías un armario y te encontrabas un mini baño. Abrías una puerta y se desplegaban esos maravillosos tejados de la Judería de Córdoba, con la torre de la mezquita al fondo y el cielo azul que te regalaba siempre una Luz Particular. Allí Marco me esperaba y me preparaba la comida: mucha pasta y muchas ensaladas. La mágica casa estaba en la calle Encarnación Nº4, que dio luego nombre a una sus piezas para guitarra.

También me enteré que era el primer “tocaor de calle” de la Calle de las Flores. Esto no me cuadraba con los dos títulos universitarios que encontré un día en un cajón. De la mano del misterio, empecé a amar una Córdoba desconocida: la Judería con sus callejas infinitas, rincones escondidos, blancos de cal, azules de cielo inmenso y flores, macetas, colores, magia. El Potro, la Corredera y las tabernas. El Montilla Moriles, el medio y las tapas. Era todo nuevo para mí. Y era todo magia de Córdoba y magia con él. Y cuanto más me enamoraba de él, más me enamoraba de Córdoba. ¡Qué paradoja! Un genovés perdido en los calores de Andalucía aprendiendo flamenco, le descubre a una cordobesa los secretos y aventuras que esconde su ciudad! Y su guitarra, sus libros, sus viajes, sus poesías…

Allí empezó una aventura de dos. Y ahora, después de muchos años de ir, venir, errar, caer, levantarnos, mirarnos dentro, caer de nuevo, volver a levantarnos y la toma de conciencia de que nos construimos cada día desde la magia del corazón, ya somos tres: con Carmen.

Marco me descubrió un día esta frase: “La vida es el arte del encuentro” de Vinicious de Moraes. Él es experto de esta asignatura de la Universidad de la Vida y profundizar en ella nuestra vocación.

Somos paladines del Turismo Cultural Responsable y Respetuoso con el lugar donde va. Además de muchos sueños e ideales, nos acompaña la experiencia y la formación. Si quieres saber más detalles de nosotros, somos Inma Lázaro (activo para pinchar y CV) y Marco Conzi (activo para pinchar y CV)